CUANDO EL ABUSO SE IMPONE ANTE LA JUSTICIA
CASO 1
Para muestra una mano
Monzón, Huánuco
Eduardo era dueño de una de las pocas bodeguitas
del fundo Pashi, que administraba junto a su casa. El día en que fue confundido como terrorista, charlaba con Zacarías, uno
de sus vecinos y clientes que había llegado a la tienda, mientras se aprestaba a encender los lamparines.
Eran
las seis y treinta de la tarde del 16 de junio de 1991. De pronto, un grupo de efectivos militares ingresó al recinto, buscando
a un senderista que había matado a un niño. "¿Tú eres Ricardo Burga Pérez?", le preguntaron. "No, yo soy Eduardo Burga Pérez",les
respondió. "Tú eres", le insistieron los soldados. Él les reiteró su negativa. "Aquí tengo mis documentos. Si quieren, confróntenlos,
vayan a la tesorera del sector", les indicó. Pero no le hicieron caso. Los militares
lo detuvieron a él y a su vecino. Su familia salió corriendo para decirle al oficial que todos conocían como "Rayo", que se
estaban equivocando, que ellos no eran subversivos.
Dos primos suyos corrieron a buscarlo a la base antisubversiva de Monzón, en Huánuco,
a donde habían llevado a Eduardo. Un capitán que prestaba servicio en esa dependencia les adelantó que saldría libre en media
hora. No obstante, varias horas después, el mismo capitán les dijo que Eduardo había fugado. Para ello, habían soltado a su
amigo Zacarías, a quien obligaron a firmar un documento que respaldara esa versión.
Ellos
no le creyeron, así que se quedaron cerca del cuartel. De madrugada, un grupo de soldados salió de la base cargando un costal.
Los familiares de Eduardo decidieron seguirlos hasta un camino de herradura que desemboca en el río Monzón. Allí, vieron como
los "cachacos" tiraban el costal al río.
La mañana siguiente, al conocer lo sucedido, algunos vecinos de Eduardo decidieron
lanzarse al Monzón en busca del "paquete" que habían lanzado los militares. Lo que hallaron ni siquiera se le hubiera ocurrido
a Fabrizio Aguilar en su "Paloma de papel": una mano, cuyo dedo anular tenía el aro de matrimonio de Eduardo. Eso los empujó
a sacar el costal, que contenía el tronco seccionado de su amigo con la ropa que había vestido el día de su detención. Repentinamente,
algunos soldados retornaron al lugar y, al percatarse del hecho, empezaron a disparar, para amedrentarlos.
Casi
no permiten que la familia lo enterrara. Hasta se denunció que los
militares llegaron al velorio y abusaron sexualmente de las mujeres
presentes. Es obvio que no se practicó autopsia alguna. Días después,
según el parte que hizo el capitán Oscar Valladares Olivares, entonces
jefe de la Base Contrasubversiva de Monzón, dando cuenta de los hechos,
afirma:
"El sujeto detenido intentó escapar. Le ordenamos detenerse. Como no lo hizo, le
disparamos. Al día siguiente, los familiares ubicaron un cadáver que, al parecer, era del sujeto, posiblemente herido durante
su huida. Lamentablemente, el sujeto no era el delincuente terrorista que eliminó a un menor sino un homónimo. Este es un
error humano que en una guerra puede producirse dadas las condiciones en que se viene operando en esta zona".
"Errores
humanos" similares a estos han sido detectados por la Defensoría del Pueblo entre 1983 y el 2000, en un número de 560. De
estos, se dedicó a investigar 11 de 25 muertes. Los casos que aquí contamos son reales y están en manos de la Fiscalía hace
menos de un mes. No obstante, los nombres han sido cambiados a solicitud de la propia Defensoría. Con los autores del crimen
no pasó nada.
2
Hallaron un seguro de granada
Huancaray, Apurímac
"Nosotros hemos sido, pero qué culpa tenemos,
el que nos ha ordenado es el teniente, El Gringo. Los hemos eliminado porque los viejos quisieron escaparse. El Gringo nos
ordenó que los matáramos a granadas. Luego hemos practicado tiro al blanco, a golpes nos han hecho matarlos. A una señora
la hicimos pedazos, y El Gringo nos ha hecho comer un pedazo de carne de ella a todos, el mismo día", confesó un soldado a
un campesino del caserío de Ccochapucro, en Huancaray, Apurímac, mientras jugaban un partido de fulbito.
Un año
antes, el 14 de setiembre de 1989, dicho efectivo había formado parte de una patrulla militar del Ejército que entró en la zona en busca de terroristas y de sus colaboradores. Los soldados llegaron al pueblo en plena
fiesta de la Virgen de la Natividad. Juntaron a toda la gente, la golpearon y le quitaron sus animales y pertenencias. En
la operación entraron a la casa de los esposos Daniel Narváez y Victoria Quispe, quienes trataron de escapar, pero dos certeros
balazos de fusil acabaron con su cometido, aunque no con sus vidas.
Para terminar el 'trabajo', los llevaron hasta
la zona conocida como Pillco Rumi, en el distrito de Turpo. En aquel lugar, también yacía el cuerpo sin vida de otra campesina,
que había fallecido en iguales circunstancias. Los soldados se ensañaron con ellos, los golpearon hasta el hartazgo y hasta
empezaron a dispararles, sin miramientos, como si se tratara de un juego del tiro al blanco. Luego hicieron volar en pedazos
los cadáveres con una granada. A los tres días, además de los restos, se encontraron en dicho lugar numerosos casquillos de
bala y el seguro que activaba el explosivo.
Los militares se habían quedado en el pueblo y se llevaron una gran cantidad de animales
que formaban parte del patrimonio de la familia, así como todos los objetos de valor que encontraron, incluyendo una fuerte
suma de dinero que estaba escondida en la cocina de la casa. El Ministerio Público tiene los testimonios de los testigos.
3
El mejor amigo del hombre
Quisqui, Huánuco
El perrito de Lizardo había estado ladrando al borde de la quebrada buena parte del
día. Aunque sus aullidos eran constantes y desesperados, nadie le hacía caso. Hasta que, más por fastidio que por atención,
algunos de los vecinos decidieron ir a ver qué era lo que ocurría.
Grande fue su sorpresa cuando encontraron en el lugar rastros de sangre,
restos de masa encefálica y un pañuelo: el de su dueño. Trataron de encontrar el cuerpo de Lizardo,
sin resultado positivo.
La mañana siguiente, su cadáver fue hallado en la morgue del hospital Hermilio Valdizán
de Huánuco. Ya le habían practicado la autopsia. Uno de los familiares que fue a reconocer el cuerpo se percató de que la
cabeza de Lizardo había sido perforada por una bala, cerca de la frente, y que tenía heridas en las rodillas, los pies, la
espalda, y también el pecho rasguñado, "como si lo hubieran arrastrado". Las primeras investigaciones determinaron que hubo
tortura.
La madrugada del 10 de agosto de 1996, una patrulla del Ejército de la Base Contrasubversiva 314 de
Huánuco había ingresado a la casa de Lizardo, ubicada en la localidad de Monte Azul, en Quisqui. Sacaron a toda la familia,
incluso a los niños, y la obligaron a tenderse en el piso. Aquella noche habían celebrado un cumpleaños. Al percatarse de
la presencia militar, Lizardo intentó huir, pero fue capturado. Los soldados rodearon toda la casa y empezaron a disparar,
mientras preguntaban por una lista de nombres de supuestos subversivos.
Eran más de 25 militares vestidos con chompa
negra y pantalón verde los que llegaron al lugar y revisaron la vivienda por varias horas. Solo cinco de ellos portaban pasamontañas.
Según cuentan los lugareños, Lizardo había vivido en la selva y era probable que haya sido involucrado en actos de terrorismo.
Después de aquella acción militar, uno de los lugareños que había dado su testimonio ante los representantes del Ministerio
Público fue abordado por miembros del Ejército. A través de una carta anónima, le dijeron que si seguía contando cómo habían
sucedido las cosas, de la noche a la mañana lo iban a desaparecer de su propia casa.
4
Los desnudaron
Pomacocha,
Apurímac
La noche del cuatro de abril de 1991, varias explosiones alarmaron a la
población de Pomacocha. Un grupo de subversivos armados, integrantes de
Sendero Luminoso, había incursionado en la localidad y atacado varios
locales públicos. Los atentados duraron hasta las 3 a.m. de la madrugada
del día siguiente. Minutos después, una patrulla militar de la base de
Pampachiri y otra de efectivos del puesto de control territorial de
Pomacocha ingresaron violentamente, casa por casa, buscando a los
terroristas, pero sólo encontraron a los pobladores. Entonces, los
reunieron en la plaza del distrito, los desnudaron, los echaron al piso
y los responsabilizaron de los actos de terror. "Oe carajo, ustedes son
'mujeres' de los policías. ¿Cómo se entregan ustedes a los policías? ¿Sí
o no? ¡Carajo! ¡Desvístete! ¡Si no te matamos!".
La luna alumbraba tenuemente
los rostros de los suboficiales PNP Leoncio Altamirano Fernández y José Cubas Rojas, quienes tomaron por el hombro a Juan
Carlos, conserje de la escuela primaria del pueblo. Mientras los detenidos eran conducidos a la iglesia Virgen de Cocharcas,
los efectivos se llevaban a Juan en dirección a su base policial. Al cabo de unas horas, se escucharon unos disparos cerca
de la posta médica. Luego, un grupo de campesinos fue liberado y otro tanto fue llevado a la base de Pampachiri. Allí siguieron
las atrocidades. Uno de los campesinos contó que los soldados apartaron a dos mujeres en una celda y las violaron repetidas
veces. Ellos escucharon todo, pero no pudieron hacer nada. Horas después, el cadáver de Juan Carlos fue hallado en la parte
posterior del puesto de control territorial de Pomacocha. Su cabeza estaba cubierta de sangre.
Un efectivo
policial acusó a su colega Cubas Rojas de ser el autor del crimen. Y es que, días antes, Juan había descubierto al policía
Cubas amenazando al pueblo, robando y matando a los animales de corral de los pobladores.
Incluso, había viajado a Lima a presentar sus quejas ante las autoridades, pero, como era de esperarse, nadie le había prestado
atención.
Ejecuciones investigadas por la Defensoría
- 10 de abril de 1983
Cuatro personas en la Feria de Paras, Ayacucho.
- 27 de octubre de 1983
Cuatro
personas en Pampa Cangallo, Ayacucho.
- 23 de enero de
1992
Dos ganaderos y un comerciante en el anexo de Orccobamba,
Huancavelica.
- 17 de setiembre de 1982
Tres campesinos en Huancaray, Apurímac.
- 4 de abril de 1991
Conserje de
un colegio y torturas a más de 20 campesinos en Pomacocha,
Apurímac.
- 19 de marzo de 1991
Un profesor y dos campesinos en Llata, Huánuco.
-
16 de junio de 1991
Un comerciante en el valle del Monzón,
Huánuco.
- 21 de agosto de 1992
Un agricultor en el caserío de Wiracocha, Huánuco.
- 10 de agosto de 1996
Un agricultor
en la localidad de Monteazul, Huánuco.
- 7 de abril de
1990
Un estudiante en Tinta, Cusco.
- 17 de abril de 1991
Un mecánico (vinculado al MRTA) en Huayco, San Martín.
Las fiscalías no cumplieron
"La Defensoría
ha evaluado la actuación de las entidades del Estado. El informe demuestra que el Ministerio Público, a través de las fiscalías
especiales, no cumplió con investigar adecuadamente las denuncias por ejecuciones extrajudiciales, a pesar de que en la mayoría
de casos hubo indicios para iniciar la investigación. No hubo visita de inspección al lugar en donde se encontraba detenida
la persona que posteriormente aparece ejecutada".
"Es importante también que la ciudadanía conozca que muchas muertes de campesinos
no se produjeron en un combate. Muchos de ellos estaban jugando un partido de fútbol, los sacaban de su casa y los conducían
a una base militar, y luego aparecían muertos. También se hace necesaria la creación de fiscalías especializadas para graves
violaciones a DD.HH. Si bien hay una fiscal a nivel nacional para ese tipo de temas, en Ayacucho, por ejemplo, los fiscales
encargados de esos casos pertenecen a salas que investigan otros delitos". (Rocío Villanueva, Defensora Adjunta para Derechos
Humanos)